lunes, 4 de junio de 2012

LA VIOLENCIA EN LAS ESCUELAS


si bien el fenómeno de la violencia en las escuelas se ha instalado hace ya algún tiempo en el foco de la opinión pública, lo que sabemos efectivamente sobre su extensión, sobre su alcance y sobre sus  modalidades recién  comienza a tomar forma. Más allá de las voces –muchas de ellas sobradamente autorizadas– que han sido y  siguen siendo convocadas al permanente debate sobre sus límites, sus causas y las posibles formas de actuar  respecto de ella, lo cierto es que cualquier política destinada a abordar el complejo problema de la violencia  en las escuelas debe tener por base necesaria una investigación seria y rigurosa que nos permita establecer  con un mínimo de precisión sus contornos, sus rasgos comunes y sus variaciones a lo largo de los diversos  escenarios de nuestro país. Sólo así podremos sobreponernos a las improvisaciones que nacen y se alimentan  de impresionismos de diversa inspiración, y que suelen entronizar como panacea ciertas “verdades” de sentido común que –por más bienintencionadas que sean– no siempre coinciden con las dimensiones concretas del fenómeno.
Construir este cuadro a través de un programa de investigación ha sido desde el principio uno de los objetivos del Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas. Y este propósito se ha encarnado en una serie de proyectos que buscan abordar el fenómeno desde diversas dimensiones –tanto cuantitativas como cualitativas– así como en la voluntad de convocar y funcionar como interlocutor de todas las iniciativas que en este sentido se estén llevando a cabo a lo largo y a lo ancho del país.
Los datos incluidos en el presente cuadernillo se insertan en el marco de este esfuerzo: en él se presentan los
resultados de la aplicación de cuestionarios en escuelas de todo el país a lo largo de los años 2005 y 2006,
destinados a relevar de manera general el alcance de ciertas prácticas habitualmente definidas como violentas: robos, vandalismo, agresiones y amenazas de agresión, portación y exhibición de armas blancas y de fuego.
Si bien estos datos no son más que un intento preliminar por delimitar el escenario, quisiéramos destacar una
vez más la importancia que revisten, al proveernos de una base empírica sobre la cual comenzar a debatir de forma rigurosa los alcances y los matices de algunos de los fenómenos incluidos bajo la rúbrica de “violencia en las escuelas”. Pero al mismo tiempo, y dada tanto la naturaleza de los datos como del instrumento de recolección, no quisiéramos dejar de señalar algunas particularidades y limitaciones de los mismos que, al tiempo que nos obligan a evaluarlos con cuidado, nos marcan el camino a seguir en futuras investigaciones.
En primer lugar no debemos olvidar que se trata de un cuestionario y que estamos, por tanto, trabajando con conducta reportada, es decir, con lo que los respondientes dicen haber hecho o haber visto. Siendo así, debemos cuidarnos de traducir automáticamente las respuestas en términos de prácticas o de hechos de violencia en las escuelas. Al fin y al cabo, sabemos muy bien que una cosa es lo que la gente dice, y otra cosa es lo que la gente hace, y que existen numerosos factores que pueden llevar tanto a la sobre- como a la sub-declaración de hechos, máxime cuando implican autoincriminarse o incriminar a otros en conductas que se suponen reprobadas o reprobables por quien pregunta. Obviamente esto no quiere decir que no exista ninguna relación entre lo que se reporta y lo que se observa –si así fuera no tendría sentido realizar un cuestionario– sino que la cuestión de cómo los datos se relacionan con las prácticas requiere de interpretación, y que esa interpretación debe tener en cuenta diversos factores si queremos evitar cuadros distorsionados sobre la profundidad, el alcance o la extensión de la violencia en las escuelas.
Si bien esto es cierto de toda la información obtenida por medio de un cuestionario, lo es particularmente de
aquellas cuestiones que hace al reporte de conductas observadas, es decir, no de lo que el respondiente ha
hecho sino de lo que ha visto hacer. Como es obvio, cada hecho notorio tendrá múltiples testigos –que varían desde un pequeño grupo a todo el establecimiento– lo cual multiplica los reportes de hechos de violencia sin que esto implique una proliferación de los hechos en sí. Olvidar esto puede llevarnos a percibir las escuelas con mayor población –o donde los hechos sean más notorios– como mucho más violentas de lo que en realidad son.

Violencia en las escuelas  : un relevamiento desde la mirada de los alumnos. -  1a ed. -          
Buenos Aires : Ministerio de Educación, 2008.
52 p. : il. ; 21x28 cm.
ISBN 978-950-00-0692-7        
1. Violencia Escolar.
CDD 371.782
Fecha de catalogación: 30/10/2008

http://www.me.gov.ar/construccion/pdf_observatorio/violencia_en_las_escuelas.pdf

1 comentario:

  1. Corrija la ficha bibliográfica, le faltan elementos como autor, fecha, lugar, etc.

    ResponderEliminar